Cómo trabajamos en audición y lenguaje en mi cole
Escrito por Azucena Virto Ruiz, martes 22 de mayo de 2018 , 21:57 hs , en "50 años educando. Construimos futuro"

En el cole se trabaja para mejorar la expresión oral del alumnado, aquí os dejamos una muestra.

Hecho con Padlet


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  • Jose el viernes 11 de octubre de 2019, 07:19 hs

    Desde nuestra empresa de Licencias de actividad promovemos cualquier iniciativa relacionada con la educación de nuestros hijos. En nuestra empresa de ingeniería sabemos el papel tan importante que jugáis en la vida de nuestros hijos.

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  • ITE: cuando el edificio habla, hay que escucharlo el martes 6 de mayo de 2025, 20:15 hs

    ITE: cuando el edificio habla, hay que escucharlo

    Dicen que las paredes no hablan… pero mienten. Porque si un edificio pudiera levantar la voz, lo haría para suplicar una revisión a fondo, de esas que detectan el paso implacable del tiempo. Y ahí entra la ITE —Inspección Técnica de Edificios—, un trámite que, aunque suene burocrático, no es papel mojado: es seguridad, prevención y sentido común.

    ¿Qué es la ITE? Pues algo tan sencillo —y tan necesario— como una revisión médica para los inmuebles veteranos. Una ITV, pero en versión ladrillo y cemento. Un examen que se le hace a cualquier edificio que ya ha cumplido los 50 —y no precisamente en plena forma— para comprobar si sigue siendo un lugar seguro donde vivir, trabajar o simplemente pasar por debajo sin miedo a que se le caiga a uno una cornisa encima.

    ¿Para qué sirve? Para eso mismo: evitar desgracias. Como tener un extintor co2 y el extintor abc a mano cuando se necesita, o revisar las instalaciones eléctricas antes de que ardan. La ITE escudriña fachadas, azoteas, estructuras, bajantes, fontanería, cableado... todo lo que no se ve, pero que sostiene el día a día.

    ¿Y quién la hace? Técnicos competentes, como arquitectos o aparejadores que, con bata blanca —figuradamente—, examinan cada rincón del edificio y redactan un informe. Si el edificio está en forma, certificado favorable. Si hay achaques, toca pasar por quirófano: obras, reparaciones y, luego sí, segunda revisión.

    ¿Y si no se pasa? Entonces vienen los problemas: sanciones que pueden alcanzar los 6.000 euros, bloqueo en la venta del inmueble, problemas con el seguro y, en algunos casos, intervención municipal por vía de urgencia. Vamos, que no es ninguna tontería.

    ¿Y cuánto cuesta? Pues depende: entre 200 y 1.000 euros, según tamaño y complejidad. Pero créame, más caro es no hacerla. Además, siempre hay margen para comparar presupuestos, que no hay ley más vieja que la de la oferta y la demanda.

    ¿ITE o IEE? Ojo, que no son lo mismo. El IEE es una versión vitaminada del anterior: incluye la inspección técnica, pero añade aspectos de accesibilidad y eficiencia energética. Suele exigirse cuando se solicitan ayudas públicas para rehabilitación.

    En resumen: si su edificio ha superado el medio siglo, no lo deje para mañana. Hágale una revisión, cuide su inversión y, sobre todo, garantice su seguridad y la de todos los que lo habitan. Que el ladrillo, aunque callado, también se cansa.

     

  • Lorena P. el miércoles 30 de julio de 2025, 15:54 hs

    Conil: el fuego que dormía en la cocina y casi consume una vida

    Conil: el fuego que dormía en la cocina y casi consume una vida.

     

    Una mañana que comenzó como todas, terminó como ninguna

    Conil de la Frontera amanecía con ese aroma salobre que flota entre sus calles cuando el viento viene del Atlántico. A las diez y poco, la rutina se rompió en la Calle San Juan de Dios, una vía como tantas en la localidad gaditana, hasta que una humareda comenzó a reptar por los balcones y a silbar su amenaza entre los postigos cerrados. El incendio se había colado como un ladrón de madrugada por la cocina de una vivienda y, sin hacer ruido, puso en jaque una vida.

    Los bomberos del Parque de Conil, con la profesionalidad que da el oficio bien aprendido y sin margen para las dudas, se personaron en el lugar con la rapidez de quien sabe que un minuto más puede significar una tragedia. No estaban solos. Desde Chiclana llegaba el refuerzo, una alianza de camiones rojos que rugían por el asfalto como heraldos del deber.

    Al llegar, la escena era tan densa como el humo que envolvía la finca: una persona atrapada, varias más afectadas por la inhalación y el temor extendiéndose como un segundo incendio invisible.

    Tecnología y pulso firme: la vida colgaba de un hilo

    La puerta estaba abierta. Detalle que parece menor, pero que en estos casos marca la diferencia. Con la cámara térmica como guía y los sentidos afilados, los bomberos localizaron a un hombre que dormía plácidamente en el salón, completamente ajeno a la catástrofe que avanzaba por su hogar.

    Sin perder un segundo, lo rescataron. La evacuación fue limpia, efectiva y precisa. Mientras, en la cocina, se desplegaba el segundo acto: la extinción del fuego. Las llamas no tuvieron opción ante los chorros a presión y el conocimiento quirúrgico del equipo. Cuando todo acabó, el aire fue devuelto a la vivienda con un turboventilador que empujó el humo hacia fuera y la vida hacia dentro.

    Y ahí, entre ese humo que aún olía a grasa y susto, emergía una lección no escrita pero sí grabada en cada metro cuadrado del lugar.

    La cocina, ese campo de batalla silencioso

    Los expertos lo vienen repitiendo con insistencia: la cocina es el corazón del hogar, pero también su talón de Aquiles. Una chispa, un descuido, un electrodoméstico rebelde, y el drama se presenta sin invitación.

    Y es que, en muchos hogares, ese rincón en el que se cuecen legumbres y memorias carece de algo tan básico como una campana extractora industrial. Porque sí, incluso en viviendas particulares, los elementos de uso profesional pueden suponer una diferencia sustancial. Una buena extracción de humos no es un lujo: es una inversión en tranquilidad.

    Con el tiempo, la grasa se acumula. Es silenciosa, pegajosa y letal. Una mínima fuente de calor —una sartén olvidada, un microondas rebelde o el horno que no avisa— convierte esa capa invisible en una mecha dispuesta a arder.

    Ahí entra en juego la necesidad de equipos como una campana extractora industrial, que no sólo eliminan humos, sino que extraen potenciales desgracias del aire antes de que prendan.

    La campana industrial: cuando la prevención viste de acero inoxidable

    En el universo de los elementos de seguridad pasiva, hay piezas que no se ven pero salvan. La campana industrial es una de ellas. Suele reservarse para restaurantes o cocinas de gran volumen, pero su aplicación doméstica es cada vez más habitual y necesaria. No es solo una cuestión de estética o de aspiración de humos. Es un seguro de vida que se cuelga sobre los fogones.

    Estos equipos están diseñados para trabajar a plena carga, resistir temperaturas extremas y actuar como un primer cortafuegos. Si se acompaña de sistemas automáticos de extinción, la vivienda suma una muralla invisible pero infranqueable ante las llamas.

    Y es que no hablamos de caprichos ni de lujo: hablamos de prevención, de inteligencia y de no jugar a la ruleta rusa con el gas encendido.

    La información salva más que el agua

    Este no es un mensaje comercial, ni una cuña encubierta. Es una advertencia. Desde este blog de cocinas industriales, insistimos en la importancia de adoptar medidas reales, efectivas y profesionalizadas para garantizar la seguridad doméstica.

    Cada vez que se instala una campana industrial, se está colocando una barrera más contra lo que nadie quiere vivir: el chisporroteo de las llamas creciendo a espaldas de nuestra confianza.

    No podemos permitirnos esperar a que los bomberos lleguen. Ellos hacen su trabajo, y lo hacen bien, como en Conil. Pero su llegada ya implica que el fuego ha comenzado. La prevención empieza mucho antes, con decisiones inteligentes, instalaciones adecuadas y una revisión periódica de nuestros sistemas.

    Porque no se trata sólo de apagar fuegos, sino de no encenderlos nunca.

    Una ciudad que respira gracias al coraje y la técnica

    Conil hoy respira. Lo hace con el pecho lleno de humo disipado y de gratitud hacia quienes se juegan la vida cada día. La escena terminó bien, sí. Pero podría haber sido diferente. Y esa línea que separa la anécdota del drama es, muchas veces, tan delgada como una chispa en la sartén.

    Hemos visto, una vez más, que la cocina puede ser una trinchera. Que la grasa no avisa. Que dormir con el fuego cerca puede ser lo último que hagamos. Y que contar con los sistemas adecuados no es un extra, sino una obligación.

    Por eso, desde nuestra tribuna, alzamos la voz con firmeza: instalen, revisen, actualicen. No es una sugerencia. Es un grito desde la experiencia. Porque cuando la vida depende de una extracción, más vale que funcione.



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