Los niños y niñas de P1B le han escrito cuentos a nuestro cole.
Puedes leerlo con un lector de QR.

En cualquier entorno laboral, desde oficinas administrativas hasta locales comerciales de atención al público, la prevención y la protección frente a incendios es un pilar fundamental de la seguridad empresarial. Elegir el extintor adecuado no solo es un requisito normativo, sino también una inversión estratégica para salvaguardar personas, equipos y patrimonio. Entre las opciones disponibles, el extintor co2 5 kg se ha posicionado como la alternativa más recomendada por su eficacia, versatilidad y adaptabilidad a los riesgos eléctricos.
El dióxido de carbono, empleado en los extintores co2, actúa sofocando el fuego mediante el desplazamiento del oxígeno, elemento esencial para mantener la combustión. A diferencia de los agentes químicos en polvo, este gas no deja residuos ni genera daños colaterales sobre componentes eléctricos, lo cual lo convierte en el aliado perfecto para oficinas con ordenadores, impresoras, pantallas y servidores.
La ventaja de este agente radica en que no produce cortocircuitos ni deteriora los dispositivos electrónicos, algo crítico en espacios con infraestructura informática. Gracias a ello, el extintor co2 5 kg ofrece una protección segura, rápida y limpia frente a los riesgos de incendios de clase B y los de origen eléctrico.
El extintor co2 en su versión de 5 kg se caracteriza por un equilibrio excepcional entre maniobrabilidad y potencia. Su peso permite que una sola persona pueda manipularlo con facilidad en una situación de emergencia, mientras que su autonomía de descarga, entre 10 y 15 segundos, es suficiente para controlar incendios eléctricos de tamaño medio, que suelen ser los más frecuentes en oficinas y comercios.
Con una presión de salida que supera los 55 bares, este formato garantiza una acción rápida y eficaz en el momento crítico. Además, su tamaño permite instalarlo estratégicamente en múltiples puntos de un espacio profesional sin que resulte voluminoso ni incómodo para el tránsito diario.
Aunque existen modelos de 2 y 10 kg, el formato de 5 kg es el que mejor se adapta a las necesidades de los espacios profesionales modernos.
El análisis deja claro que el formato de extintor co2 5 kg es el más equilibrado, ya que combina autonomía suficiente con un manejo cómodo, siendo el más habitual en negocios que buscan un alto estándar de protección sin complicaciones logísticas.
Para que la eficacia sea máxima, la instalación del extintor co2 5 kg debe cumplir con la normativa española vigente (RD 513/2017 – RIPCI). Esto implica:
Colocación en un punto visible y de fácil acceso.
Altura máxima de 1,20 metros desde el suelo.
Señalización mediante cartelería homologada.
Ubicación a una distancia no superior a 15 metros desde las áreas de mayor riesgo eléctrico.
De esta forma, cada espacio con equipos eléctricos, ya sean oficinas contables, tiendas minoristas, salas de servidores o centros de atención con sistemas informáticos, puede estar protegido frente a conatos de incendio sin comprometer la operatividad.
El mecanismo de acción del extintor co2 es sencillo y altamente eficiente:
Al presionar la maneta, el gas comprimido se libera a gran velocidad.
El dióxido de carbono desplaza el oxígeno, asfixiando la combustión.
Durante la expansión, el gas enfría el entorno, evitando que el fuego se reactive.
El procedimiento correcto de uso requiere dirigir la trompa difusora a la base de las llamas desde una distancia de entre 1 y 2 metros, moviendo el chorro de lado a lado. Es fundamental evitar el contacto directo con la boquilla metálica, ya que la salida del gas a temperaturas bajo cero puede provocar quemaduras por frío.
Un extintor co2 5 kg solo es útil si se encuentra en óptimo estado. La normativa exige revisiones periódicas para garantizar su operatividad:
Cada 3 meses: inspección visual dentro de la empresa.
Cada año: revisión técnica por un instalador autorizado.
Cada 5 años: prueba de presión o retimbrado.
Ignorar estas obligaciones supone un riesgo no solo para la seguridad, sino también para el cumplimiento legal del negocio. Contar con un servicio técnico homologado es indispensable para asegurar que cada unidad funcione al 100 % en caso de emergencia.
El Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios establece que cada local debe contar con un extintor cada 15 metros lineales de recorrido. En zonas con riesgo eléctrico, extintores co2son el único permitido, ya que otros agentes, como el polvo químico, pueden dañar los equipos o aumentar el peligro.
Esto convierte al modelo de 5 kg en el estándar de protección más recomendado en oficinas modernas, tiendas con sistemas electrónicos de cobro, despachos profesionales y laboratorios tecnológicos.
Al adquirir un extintor co2 5 kg, se deben tener en cuenta factores clave que aseguran su calidad y durabilidad:
Certificación CE y norma EN3-7, que garantizan su cumplimiento europeo.
Soporte de anclaje para instalación en pared.
Trompa difusora aislada, que evita quemaduras por frío.
Etiqueta visible y multilingüe con instrucciones claras.
Fecha de fabricación reciente, preferiblemente inferior a 12 meses.
Optar por un equipo certificado y revisado es una inversión que protege vidas, bienes y reputación empresarial.
El extintor co2 5 kg es, sin duda, la elección más equilibrada para oficinas y locales comerciales modernos. Su eficacia frente a incendios eléctricos, su facilidad de uso y su cumplimiento normativo lo convierten en el equipo más recomendado para cualquier espacio profesional que desee garantizar seguridad y tranquilidad.
La prevención contra incendios no debe verse como un gasto, sino como una medida estratégica de protección que asegura la continuidad de un negocio. Invertir en el extintor correcto es invertir en el futuro.
La resistencia al fuego en colegios según la normativa CTE constituye un elemento crítico de la seguridad educativa, no solo como cumplimiento legal, sino como garantía de protección integral de alumnos, docentes y personal administrativo. En un contexto donde la seguridad contra incendios es cada vez más relevante, entender y aplicar correctamente los criterios de esta normativa se convierte en una obligación ética y técnica para cualquier institución educativa.
El Código Técnico de la Edificación (CTE) regula la construcción y mantenimiento de todo tipo de edificios en España, incluyendo los de uso docente. El Documento Básico SI (Seguridad en caso de incendio, DB-SI) establece requisitos específicos sobre resistencia estructural, sistemas de evacuación, protección pasiva y activa. Aunque los colegios no tienen tablas exclusivas, se aplican los criterios generales de edificios de pública concurrencia, adaptando los parámetros al número de ocupantes y al riesgo particular de cada instalación. Esta regulación asegura que cada espacio educativo pueda responder de manera efectiva ante un incendio, reduciendo riesgos y daños.
En este contexto, contar con una empresa de ingifugados profesional garantiza que las estructuras del colegio cumplan los requisitos de resistencia al fuego desde el primer momento, asegurando seguridad y conformidad normativa.
La protección pasiva es uno de los pilares fundamentales en colegios. La sectorización consiste en dividir el edificio en sectores de incendio, limitando la propagación del fuego y proporcionando tiempo suficiente para la evacuación. Según el CTE, los sectores no deben superar los 2.500 m², ajustándose según tipología y uso del espacio.
Los elementos separadores —muros, forjados y puertas cortafuegos— requieren una resistencia al fuego que oscila entre EI 60 y EI 120, llegando hasta EI 180 en zonas de riesgo elevado. En fachadas y cubiertas, la resistencia mínima recomendada es de 120 minutos, salvo que las distancias de seguridad entre edificios reduzcan el riesgo exterior.
La normativa DB-SI establece criterios estrictos para los recorridos de evacuación. La distancia máxima hasta una salida segura no puede superar los 35 metros, y los anchos mínimos de puertas y pasillos se determinan según el número de ocupantes. Además, se definen distintos tipos de escaleras —normales, protegidas o especialmente protegidas— según la altura del edificio y la densidad de usuarios, asegurando rutas eficientes y seguras en cualquier emergencia.
La protección activa complementa la pasiva y comprende sistemas que permiten intervenir de manera inmediata ante un incendio. Entre ellos se incluyen extintores, rociadores automáticos, columnas secas y alarmas de detección. Estos sistemas no solo facilitan la actuación inicial ante el fuego, sino que también reducen el impacto sobre la estructura y aumentan las posibilidades de evacuación segura.
La resistencia de la estructura es esencial para garantizar la seguridad durante un incendio. Dependiendo de altura y uso, las estructuras deben mantener su capacidad portante entre 15 y 180 minutos. Los materiales presentan necesidades de protección específicas:
La pintura intumescente es un recurso clave para la protección pasiva de estructuras en colegios. Aplicada sobre acero o madera, permite que los elementos mantengan la capacidad portante durante el tiempo exigido por la normativa, sin comprometer la estética ni la funcionalidad de los espacios educativos. Esta solución se integra de manera discreta en aulas, pasillos y espacios comunes, reforzando la seguridad de manera eficaz y fiable.
El CTE también regula criterios para garantizar que los bomberos puedan actuar con eficacia. Esto incluye acceso de vehículos, resistencia de elementos urbanos cercanos y la existencia de huecos en fachada o puntos de intervención rápida. La combinación de protección pasiva y activa con estas medidas asegura un entorno seguro y eficiente para la intervención profesional ante cualquier emergencia.
Todos los materiales utilizados en colegios deben contar con certificaciones UNE EN 13501-1 (reacción al fuego, máximo 5 años) y UNE EN 13502-1 (resistencia al fuego, máximo 10 años) si no tienen marcado CE. En fachadas ventiladas y elementos decorativos se exige continuidad en la compartimentación y clase mínima de reacción B-s3,d2. Incluso en patinillos, falsos techos y espacios ocultos, la normativa garantiza que la seguridad estructural no se vea comprometida.
La protección pasiva contra incendios no se limita a muros y puertas cortafuegos. Incluye la correcta elección de materiales, recubrimientos intumescentes, sellado de juntas, ventilaciones controladas y sectorización estratégica. Integrar todas estas medidas permite que los colegios alcancen niveles óptimos de seguridad, garantizando la protección de todos los ocupantes y facilitando la acción de los equipos de emergencia.
La resistencia al fuego en colegios según la normativa CTE no es un mero requisito administrativo; es un elemento esencial para garantizar la protección de la vida y minimizar daños materiales. La combinación de protección pasiva, activa, evacuación eficiente, accesibilidad para bomberos y control técnico constante convierte a cada colegio en un entorno seguro y confiable. Revisar periódicamente cada componente estructural, cada sistema de alarma, cada recubrimiento y cada documentación técnica es fundamental para cumplir con la normativa y reforzar la seguridad de todos los ocupantes.
Hoy más que nunca, la protección contra incendios en centros educativos no puede ser opcional. Desde la sectorización inteligente y la resistencia estructural hasta la integración de sistemas activos y pasivos, cada medida cuenta para crear un entorno seguro, resiliente y conforme a la normativa vigente.
Orden de 24 de octubre de 1979 sobre protección contra incendios en establecimientos sanitarios: seguridad hospitalaria.
En el entorno sanitario, la protección contra incendios constituye un pilar fundamental para preservar la seguridad de los pacientes, profesionales y visitantes. La Orden de 24 de octubre de 1979 supuso un antes y un después en la regulación española al establecer las primeras normas técnicas y organizativas destinadas a prevenir, detectar y actuar frente a incendios en hospitales, clínicas, centros de salud y residencias asistenciales.
Aunque esta Orden se ha visto complementada por marcos normativos más modernos como el Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI) o el Código Técnico de la Edificación (CTE), continúa siendo una referencia esencial para la interpretación de los criterios de seguridad contra incendios en instalaciones sanitarias.
A continuación, presentamos una guía exhaustiva sobre los aspectos más relevantes de esta normativa, su vigencia y su integración con las exigencias actuales.
La Orden de 24 de octubre de 1979 fue pionera en la incorporación de medidas de diseño arquitectónico y técnico enfocadas en la prevención del fuego, la sectorización de espacios, la evacuación segura y la dotación mínima de equipos de protección. Estas disposiciones marcaron el inicio de un enfoque estructurado hacia la seguridad hospitalaria integral.
Uno de los puntos más relevantes fue la obligatoriedad de dividir los edificios sanitarios en sectores de incendio independientes, con el fin de evitar la propagación del fuego y del humo entre áreas.
Se establecieron las siguientes condiciones básicas:
Muros y forjados con resistencia mínima al fuego conforme a su función estructural.
Puertas cortafuego con sistemas de cierre automático.
Zonas de transición seguras entre áreas asistenciales y zonas de riesgo especial.
Separación física de salas de calderas, laboratorios, almacenes de gases y archivos.
Este principio técnico sigue plenamente vigente y está recogido hoy en el Documento Básico SI del CTE.
Los centros sanitarios presentan características singulares que dificultan la evacuación, especialmente por la presencia de pacientes inmovilizados o dependientes. La Orden de 1979 abordó este desafío con medidas específicas para garantizar un flujo de evacuación rápido y seguro.
Los pasillos y escaleras debían permitir el tránsito de camillas y sillas de ruedas. Además, se estableció la obligación de disponer de dos salidas alternativas por planta siempre que fuera posible.
Las rutas de evacuación debían estar libres de obstáculos, con señalización clara y una ventilación natural o mecánica que asegurara el control de humos.
La norma exigió que todos los recorridos de evacuación contaran con señales fotoiluminadas de dirección y salida, así como luminarias autónomas que funcionaran incluso en caso de corte eléctrico.
Además, se impuso la identificación visible de los equipos de protección activa, incluyendo hidrantes, BIE y extintores portátiles.
La Orden estableció un marco técnico que continúa siendo la base de las exigencias actuales de seguridad contra incendios.
En este apartado, la norma especificó la instalación de extintores de polvo ABC en áreas generales y extintores de CO₂ en salas con equipos eléctricos.
El documento también fijó su ubicación estratégica a una distancia máxima de 15 metros, garantizando la accesibilidad inmediata.
En la actualidad, además de cumplir las disposiciones de esta Orden, es fundamental considerar el precio extintor 6 kg, ya que representa una de las opciones más utilizadas en entornos sanitarios por su versatilidad y capacidad de extinción ante diferentes tipos de fuego.
El mantenimiento periódico, según el RIPCI, asegura la eficacia de estos equipos y su conformidad con las normas UNE-EN 3 y UNE 23120.
La Orden de 24 de octubre de 1979 determinó la obligatoriedad de instalar Bocas de Incendio Equipadas (BIE) en zonas de riesgo elevado, así como en edificios que superaran determinados umbrales de superficie.
Estas instalaciones garantizan un suministro de agua inmediato para una intervención eficaz ante incendios iniciales. Con el tiempo, su regulación se ha reforzado, y actualmente existen modelos normalizados de BIE de 25 y 45 mm.
El cumplimiento de esta exigencia implica analizar cuidadosamente la inversión en equipamiento y mantenimiento. Los extintores preciosy el coste de instalación de BIE varían según el tipo de edificio, la superficie protegida y la tecnología del sistema hidráulico empleado.
La Orden introdujo el concepto de protección pasiva, destinado a ralentizar la propagación del fuego mediante materiales resistentes y sistemas de ventilación controlada.
Todos los elementos constructivos debían contar con resistencia certificada al fuego, especialmente en estructuras metálicas, puertas, revestimientos y falsos techos.
El objetivo principal era garantizar la estabilidad estructural durante el tiempo necesario para la evacuación del edificio.
La norma exigió la instalación de sistemas de extracción mecánica de humos, especialmente en zonas técnicas y pasillos interiores. También se reguló la compensación de presiones en escaleras protegidas para evitar la entrada de humo y permitir la respiración segura del personal y pacientes durante la evacuación.
La Orden de 24 de octubre de 1979 sobre protección anti-incendios en los establecimientos sanitarios fue visionaria al incorporar el factor humano como eje de la prevención.
Aunque no se usaba entonces el término “autoprotección”, la norma ya establecía la necesidad de contar con protocolos escritos de evacuación, designación de responsables y simulacros periódicos.
Estas disposiciones fueron más tarde consolidadas en el Real Decreto 393/2007, que regula los planes de autoprotección en España.
El personal debía recibir formación práctica anual en el uso de extintores, BIE y equipos de alarma, así como en la asistencia de pacientes durante emergencias.
Este requisito se mantiene vigente y es un pilar esencial en cualquier estrategia moderna de Protección Contra Incendios (PCI).
Aunque la Orden fue publicada hace más de cuatro décadas, su influencia se mantiene plenamente vigente y complementa las exigencias del RIPCI 2017, el Código Técnico de la Edificación, las Normas UNE y la legislación autonómica.
Este entramado normativo ha permitido consolidar un modelo de seguridad hospitalaria avanzada, adaptado a las nuevas tecnologías médicas y a las infraestructuras de gran complejidad.
La Orden de 24 de octubre de 1979 fue un hito en la evolución de la protección contra incendios en España. Su aplicación marcó el inicio de una cultura preventiva sólida en el ámbito sanitario, donde la prevención, detección y formación son elementos inseparables.
Comprender y aplicar esta normativa, junto con las actualizaciones modernas, es esencial para garantizar que los hospitales y centros de salud operen bajo los más altos estándares de seguridad y eficiencia preventiva.
La mañana de este jueves quedó marcada por un incidente que puso en alerta a todo el entorno de la Estación Linares-Baeza. Un fuego declarado en la cocina de un bar del centro movilizó de inmediato a Bomberos, Policía Local, Policía Nacional y servicios sanitarios, tras detectarse una intensa presencia de humo en el interior del establecimiento. Tres personas resultaron afectadas por intoxicación leve, según la información facilitada por Emergencias 112 Andalucía, que coordinó toda la actuación.
El incendio se originó alrededor de las doce del mediodía, cuando agentes de la Policía Nacional apreciaron una columna de humo procedente de un local hostelero situado en la Avenida de Linares, en la esquina con calle Sierra de las Villas. Tras la alerta, el centro coordinador activó todos los recursos necesarios, permitiendo un desalojo rápido del bar y el acordonamiento perimetral para asegurar el trabajo de los equipos de extinción.
En este contexto, el suceso pone en primer plano la importancia de reforzar todos los protocolos de seguridad y prevención en las cocinas de establecimientos hosteleros, especialmente en zonas de alta actividad culinaria donde la coexistencia de calor, aceites y maquinaria incrementa de forma considerable el riesgo de combustión.
Este suceso vuelve a evidenciar la necesidad de instalar un sistema de extinción de incendios en campanas extractoras, un elemento clave para frenar la propagación de las llamas en los primeros segundos críticos. Estos sistemas automáticos están diseñados para detectar aumentos bruscos de temperatura y liberar de inmediato agentes extintores capaces de sofocar el fuego antes de que se expanda por los conductos de ventilación o por la zona de cocción.
Además, aportan una capa adicional de tranquilidad a los negocios hosteleros, ya que actúan incluso cuando el personal no está directamente en la zona afectada. Su rápida intervención puede evitar daños estructurales, pérdidas económicas y, sobre todo, riesgos para la salud de empleados y clientes.
A pesar de su importancia, muchos establecimientos aún desconocen los elementos que determinan el precio sistema automático de extinción de incendios en cocinas. El coste final depende de varios factores esenciales:
Tamaño y configuración de la cocina, ya que las dimensiones condicionan la cantidad de boquillas y agentes extintores necesarios.
Tipo de campana extractora y distribución del área de cocción, que exige un estudio técnico previo.
Normativas vigentes, que pueden requerir dispositivos específicos para cumplir con las exigencias de seguridad industrial y protección contra incendios.
Sistema de detección, que pueda incluir sensores térmicos, fusibles calibrados o soluciones de última generación.
Instalación y mantenimiento, ambos imprescindibles para garantizar un funcionamiento fiable en caso de emergencia.
Invertir en estos sistemas no solo es una decisión inteligente para proteger un negocio, sino también un requisito técnico cada vez más valorado por aseguradoras, inspectores y organismos reguladores del sector hostelero.
El suceso ocurrido en la Estación Linares-Baeza aporta material relevante para este blog de extintores que busca ofrecer información útil al sector de la restauración. La seguridad contra incendios no puede ser tratada como un trámite, sino como un pilar estructural para cualquier negocio que manipule alimentos con fuentes de calor directas.
En este tipo de espacios informativos es crucial abordar temas como:
La correcta selección de extintores de cocina (de clase F, compatibles con aceites y grasas).
La importancia de la limpieza periódica de filtros y conductos de las campanas extractoras.
La necesidad de revisiones certificadas que garanticen el estado de los sistemas automáticos.
La formación del personal en protocolos de evacuación y uso de equipos básicos contra incendios.
Una divulgación rigurosa permite que más negocios tomen conciencia de los riesgos reales, a menudo subestimados, que existen en su día a día.
Aunque, afortunadamente, las tres personas afectadas por humo en este suceso resultaron intoxicadas de forma leve, el incidente vuelve a plantear preguntas fundamentales sobre el nivel de preparación de los establecimientos hosteleros frente a emergencias de este tipo.
En cualquier cocina profesional confluyen factores que, unidos, elevan el riesgo de incendio:
Temperaturas extremas.
Acumulación de grasa y residuos inflamables.
Uso constante de aceites de fritura.
Electrodomésticos de alta potencia.
Espacios reducidos y ritmos acelerados de trabajo.
Ante este escenario, contar con equipamiento de prevención actualizado y en perfecto estado no es opcional: es una obligación para quienes buscan garantizar la seguridad de sus empleados y clientes.
Los incendios en cocinas suelen producirse de manera repentina, y el tiempo de reacción es extremadamente limitado. Por ello, la prevención se convierte en la herramienta más poderosa para evitar incidentes de gran magnitud.
Entre las medidas esenciales destacan:
Inspecciones periódicas de los sistemas de extracción.
Limpiezas profesionales para eliminar residuos inflamables.
Instalación de sistemas automáticos de extinción certificados.
Formación continua del personal, especialmente en el uso de extintores y maniobras de emergencia.
Revisión de cableado y maquinaria para evitar fallos eléctricos.
La implementación de estas prácticas no solo reduce el riesgo, sino que mejora la operatividad del negocio, evita cierres imprevistos y fortalece la confianza de los clientes.
El incendio producido en un bar de la Estación Linares-Baeza, aunque controlado con eficacia por los equipos de emergencia, subraya la fragilidad de los entornos de cocina cuando no cuentan con sistemas adecuados de protección. La instalación de tecnologías de extinción automática, la formación del personal y el mantenimiento riguroso de los equipos son pilares indispensables para prevenir situaciones similares.
La seguridad no debe tomarse como un gasto, sino como una inversión que protege vidas, patrimonio y la continuidad de la actividad comercial.